Creo que estamos complicando algo que era mucho más sencillo.
Creo que estamos complicando el evangelio.
La gran oferta de materiales cristianos en vez de movilizar a la iglesia la está paralizando.
Creo que uno de los errores en los cuales hemos caído como cristianos contemporáneos (por auto-describirnos de alguna manera) es caer en la lógica del consumo para vivir nuestra espiritualidad.
Pensamos que mientras más cosas “adquiramos” más útiles (o preparados) seremos para Dios.
Una de las maneras en que principalmente se manifiesta esto es en el supuesto (ya instalado como verdad absoluta) de que “algo nos falta”, de que “algún evento va a cambiarnos”, de que “algún predicador va a decirnos eso” de que “algún libro va a suplir el conocimiento esencial”.
Y las editoriales, disqueras, y productoras saben sacar provecho de esto.
Bueno…empezaré pidiendo disculpas. No estoy diciendo que no existan buenos eventos, materiales, libros, predicadores, etc.
De hecho yo mismo soy un asiduo lector, escuchador y hasta organizador de eventos…
Pero antes de que arrojen su primera piedra déjenme explicarme…Lo que estoy diciendo es que estamos sobrevalorando estas cosas.
En los últimos años he observado una avalancha de nuevas producciones, nuevos libros, eventos, congresos (¿sigo nuevamente con la lista?…) En las redes sociales abundan los escritores, músicos, cantantes, y predicadores auto-promoviendo sus contenidos.
Esto ha traído en el conciente del cristiano promedio el pensamiento de que aún necesitamos encontrar “la clave”, algo así como el “Santo Grial” ( o el anillo de Frodo para ser más contemporáneos) que nos llevará al verdadero crecimiento, transformación, toque, unción (o como queramos llamarle) espiritual.
Sin embargo, el mensaje esencial del evangelio, de la cruz de Cristo y de las cartas de Pablo es este: No teníamos lo necesario pero Cristo nos dio lo que necesitábamos para restablecer nuestra relación con Dios a través de su sacrificio y resurrección. Por esta razón nuestra vida se sustenta en la gracia y se manifiesta en una gratitud eterna a Cristo como autor de la salvación.
Los primeros discípulos de Cristo entendieron esto. Y no sólo eso: fueron transformados por esta realidad. Ellos sabían que no era posible sustentar su vida (y menos su ministerio) en sus propias fuerzas o conocimiento. Todo dependía de la obra absoluta de Cristo y de que (pon atención a esto) ya tenían TODO lo necesario para ser discípulos de Jesús y completar su plan para transformar el mundo.
Claro, al igual que nosotros sabían que no tenían lo necesario, de que algo les faltaba. Pero comprendieron de que la Cruz de Cristo suplió la incompetencia y trazó una nueva realidad.
Aclaro: no estoy diciendo de que no debemos prepararnos, estudiar, comprender, adquirir nuevas estrategias. Esto está bien.
Sin embargo, estos pueden ser complementos pero nunca pre-requisitos para el seguimiento radical de Jesús como sus discípulos.
Observo jóvenes y adultos saltando de un congreso a otro, tratando de captar la “última verdad” o asistir a algún tipo de reunión especial donde estará “aquel” o “aquella” que suplirá lo que falta. ¿Acaso Dios no nos reveló todo lo que necesitamos saber en su palabra y dio los dones y ministerios a la iglesia para capacitar a su cuerpo para la obra de servicio? ¿Acaso Él no nos envío a ir y hacer discípulos en todos los países y naciones sin tanta complicación de por medio?
Creo que hemos complejizado un asunto que era mucho más sencillo.
El desafío de nuestras iglesias y comunidades de fe cristianas va a ser traer de regreso a la gente a la autoridad de la palabra, a la verdadera identidad redimida que poseemos por la obra de Cristo, y al ministerio basado y sustentado en la Gracia de Dios.
Es muy probable que en nuestras oraciones, estemos pidiendo por cosas que ya tenemos.
Es muy probable que el verdadero despertar de la iglesia se produzca cuando volvamos a la sencillez de la iglesia que diseñó Cristo y decidamos simplemente hacer discípulos en nuestra debilidad pero edificados en su Gracia.
—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente? (Juan 6:9)
Es muy probable que lo único que necesitemos es traer lo poco que tenemos a las manos de Jesús para que el haga el milagro y una vez más su gloria se extienda en medio de las multitudes hambrientas.
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