La dirección de cultos ha tomado un protagonismo importante en las últimas décadas en las iglesias evangélicas contemporáneas. Lamentablemente en Latinoamérica la mayoría de las veces hemos caído en la imitación de estilos que han desembocado en una dirección de los cultos metódica y predecible.
En esta y futuras publicaciones quiero hablar acera de algunas ideas a la hora de dirigir un culto en una reunión pública.
¿Por qué dirigir un culto?
Al desarrollar un ministerio o una actividad al interior de la iglesia debemos buscar las pautas bíblicas que guiarán la esencia de lo que hacemos.
Con respecto a la dirección de cultos podemos encontrar detallados modelos en el AT. Esta adoración estaba centrada en símbolos y estructuras que buscaban representar realidades espirituales que facilitarán y guiarán la adoración del pueblo de Israel.
En mi opinión, los modelos del Antiguo Testamento son justamente eso: modelos. No debemos pretender extrapolar la estructura del culto judío a la iglesia cristiana actual. Cristo con su resurrección inauguró una nueva experiencia de la vida espiritual para la humanidad. El cristianismo abre las puertas para que todo aquel que reconozca a Jesús como su Señor, pueda adorar con libertad y disfrutar de la presencia de Dios.
En el nuevo pacto todos los cristianos somos llamados a ser sacerdotes. Existe por lo tanto un sacerdocio universal en el cual no necesitamos de intermediarios para nuestra comunicación y adoración a Dios (1 Pedro 2:9-10). Esto lo debemos tener en cuenta a la hora de preparar un tiempo de adoración pública. No es el director, líder o coordinador el que tiene el “monopolio” de lo que sucede. Es Cristo la cabeza de la iglesia y el Espíritu Santo el líder de la adoración.
¿Qué queremos decir entonces cuando hablamos de dirección de cultos?
Hablamos de ayudarle a recordar a la gente que el motivo por el cual estamos reunidos es levantar el nombre de Cristo y responder en adoración pública a lo que el ha hecho en nuestras vidas. Somos por lo tanto facilitadores y promotores de un espacio que permita la expresión común en cantos, oraciones, lecturas, representaciones, etc. de la gratitud a Dios.
Por este motivo en la Iglesia actual es útil y necesario contar con personas preparadas para dirigir un culto por diversas razones:
- Una buena dirección ayuda a identificar el centro de la reunión:
El culto tiene como propósito adorar a Dios y expresar la fe de manera comunitaria. Una buena dirección de culto recordará esto y guiará a la gente a mirar y exaltar continuamente a Dios.
Muchas veces podemos olvidar que es lo que estamos haciendo en una reunión de adoración. Aunque no nos guste reconocerlo el “stress” eclesiástico nos hace olvidar la esencia de lo que estamos haciendo. Nos distraemos fácilmente con aspectos externos y nos olvidamos de lo que realmente es importante. Por esta razón la calidad de la vida espiritual de aquellos que dirigen un culto es esencial. Sin intimidad no habrá profundidad.
- Une a la iglesia en torno a una idea comunitaria:
Cada persona proviene de contextos, situaciones y momentos distintos al llegar al culto. Por lo mismo, las expectativas al enfrentar el momento de adoración son distintas. Es así, que la dirección de culto (bien desarrollada) enfoca la mirada en la exaltación de Jesús como el único líder de la adoración. No debemos ceder en esto. Si realmente decimos que Cristo es el centro de nuestras reuniones esto se debe notar. La puntualidad, distribución de actividades, y cada aspecto de la liturgia demostrará si realmente estamos buscando exaltar a Jesús como el centro y motivo de nuestra reunión comunitaria.
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